Recuperar la ética de la resistencia

Se atribuye a Napoleón Bonaparte la máxima de que “la historia es la versión de hechos pasados en los que la gente ha decidido ponerse de acuerdo”. Este provocador axioma no funciona con Autobiografía del general Franco, una de las obras cumbre de Manuel Vázquez Montalbán, que es un diálogo y una confrontación histórica e ideológica con el dictador. Este libro, como muchos otros del prolífico autor barcelonés, hace tiempo que no se encuentra en las librerías y la editorial Navona ha decidido recuperarlo. A partir del pasado lunes ya se puede localizar este volumen inevitable para comprender la historia de España del siglo XX. Una obra publicada en 1992, diez años después de la victoria del PSOE y con cierta decepción por cómo había desaparecido la memoria histórica del debate público, entre otros desengaños. Y es la memoria la protagonista de uno de los libros más radicales que un intelectual realizó sobre el general Francisco Franco, y lo tuvo que hacer Vázquez Montalbán, represaliado, hijo del bando derrotado pero fiel a lo que Georges Tyras denomina “la ética de la resistencia”.

Tyras es catedrático emérito de literatura española contemporánea de la Universidad Stendhal de Grenoble, y fue uno de los muchos amigos que Montalbán cosechó gracias a su curiosidad y considera que “se trata de un libro de gestación lenta, que él empezó a plantearse cuando salió de la cárcel de Lleida”. Daniel Vázquez Sallés, escritor, periodista y guionista, además de hijo de Manuel Vázquez Montalbán, resalta que “fue el libro que más daño le hizo, le provocó el infarto que tuvo con 53 años” y añade que “le produjo agotamiento mental, había mucho suyo ahí, de su familia, era rendir cuentas con Franco y con la sociedad española y su desencanto”. Así, Autobiografía del general Franco vuelve a los estantes de las librerías tres décadas después de su publicación y extraordinario éxito.

La sinopsis del libro es clara y tiene su retranca: Marcial Pombo, un escritor poco brillante y desencantado con su militancia política y castigado por el franquismo, recibe la propuesta de escribir una autobiografía del general Franco. La sombra de que Pombo sea el alter ego de Vázquez Montalbán es más que alargada y crece con todas las contradicciones y decepciones. Sobre la vigencia de esta obra de 1992, Quim Aranda, periodista y editor de la reedición de Barcelonas de Vázquez Montalbán, mantiene que “lamentablemente tenemos pruebas de que Franco no está muerto, que ha resucitado, lo vemos vivo hoy y no se me ocurre nadie mejor para combatir con un crucifijo literario a este Drácula que Vázquez Montalbán”. Según Tyras, el padre de Carvalho sentía “una fascinación crítica por el personaje de Franco que en varios libros previos él va cultivando, y culmina con este monumento antifranquista, como lo definió Eduardo Haro Tecglen“. De hecho, Vázquez Sallés se extraña de que con el “intento de blanqueamiento del franquismo” la recuperación de este volumen no saliera a la luz antes. “Cuando se movió el cuerpo de Franco del Valle de los Caídos y la polémica de entonces hubiese sido un buen momento”, mantiene el hijo del autor.

La recuperación de este título, y de un par más el año que viene, por parte de Navona tiene como responsable al editor Ernest Folch, que indica que “este es un libro básico de Vázquez Montalbán y queremos recuperarlo”. La memoria de los lectores con los grandes autores es cíclica y a veces caprichosa, explica Folch, que considera que es habitual que grandes autores caigan en el olvido y que volver a impulsar las obras de Vázquez Montalbán que van más allá de la serie del detective Pepe Carvalho es “una gozada”. María Lynch, agente literaria que gestiona los derechos de Vázquez Montalbán, destaca que “con autores con una obra tan extensa no es poco frecuente que haga falta rescatar y reeditar títulos, hay que combatirlo aportando nuevos puntos de vista”. Para Lynch se trata de un libro “vigente” y que importa la mirada del autor y “cómo el pasado habla al presente”.

El ejercicio narrativo de Vázquez Montalbán en Autobiografía del general Franco es de un atrevimiento importante y con una intencionada confusión de géneros. En En la tierra baldía de Mari Paz Balibrea, primera tesis doctoral dedicada al estajanovista autor barcelonés, se señala el quid de la cuestión: “Se puede afirmar que Vázquez Montalbán adopta en esta novela nuevas estrategias narrativas de intervención política, que surgen de una nueva conciencia narrativa de la textualidad de la historia”.

El vasto conocimiento de la historia de España, la detalladísima documentación y, sobre todo, una ingente capacidad de trabajo -y llevar veinte años escribiendo ya la novela en la cabeza- permiten entender la ingente información que compone este volumen. Y también el espíritu crítico inherente en Vázquez Montalbán con propios y extraños. Valga tan solo este fragmento de sus diálogos con Franco como ejemplo, muestra y dardo: “Le estamos olvidando general y olvidar el franquismo significa olvidar el antifranquismo”.

“Manolo tenía una conciencia literaria muy fuerte”, subraya Georges Tyras, gran conocedor de la obra de Vázquez Montalbán, que agrega que con Autobiografía del general Franco el autor barcelonés “era muy consciente de que hacía una autobiografía con un contradiscurso que venía a desmentir la misma, con un mecanismo narrativo muy complejo y completo”. Tyras disecciona la obra asegurando que va más allá de la auto ficción y que “hay dos discursos diferenciados, dos relatos interconectados: una conferencia de historia hecha por el personaje de Franco que queda opuesto a la memoria que le pone el personaje de Marcial Pombo delante”.

En este sentido, Quim Aranda sostiene que “esta técnica que usa, de indagar, de añadir comentarios o postillas que hace Pombo está relacionada con su propia obra”. Es más que evidente que Marcial Pombo es un alter ego de Vázquez Montalbán, y uno de los divertimentos del libro es tratar de descubrir qué partes son las ‘más Manolo’. Un libro pensado durante años en el imaginario del autor, y trabajado luego también con orfebrería. Vázquez Sallés rememora que Montalbán “no era un escritor hermético, hablaba, comentaba, sabías qué hacía”, y que su método era poco lírico: “Decía que la inspiración solamente venía cuando escribía, que si hubiera esperado a que llegara la inspiración para empezar no hubiera escrito nunca”.

El libro que la editorial Navona recupera también permite definir que Vázquez Montalbán “no era un intelectual de torre de marfil”, según apunta Tyras. Por su parte, Vázquez Sallés abunda en la tesis de que no se trataba de una persona altiva o arrogante a pesar de su amplio conocimiento y su incesante curiosidad, y cómo esa actitud se transmitía en sus obras: “Con las obras de Vázquez Montalbán puedes conocer muy bien la realidad española del siglo XX”, asegura. Además, Vázquez Sallés pone de ejemplo las novelas de Carvalho que son un “gran retrato” de la transición y del fin del siglo anterior, así como su enorme producción periodística. En ese sentido, el hijo de Vázquez Montalbán hace hincapié en la voluntad del escritor de ser activo en el debate público. Y otro apunte significativo que deja la agente literaria María Lynch: “es relevante el comentario político que puede seguir vigente, más allá del periodístico”. De nuevo la intelectualidad sutil del autor barcelonés Quim Aranda también incide en que “Vázquez Montalbán era un intelectual de los pies a la cabeza, quería intervenir en la sociedad”.

El periodista catalán apunta que el hecho de que se vuelva a editar este volumen es “un acierto” ante la posibilidad de que en las próximas elecciones generales pueda florecer un gobierno en el que la ultraderecha pueda condicionar la mayoría gubernamental, cuando Vázquez Montalbán “siempre hablaba de recuperar la memoria de los vencidos”. Vázquez Sallés advierte de que en el momento político español, el deshilachamiento de la memoria pública está provocando “un blanqueamiento del dictador”, por lo que reclama poner en valor la memoria, pero trabajada, con intención. Incluso la poesía del autor barcelonés se basa en el compromiso social, cuando no la militancia política. “Tenía muy presente el oficio de periodista que había ejercido mucho y muy bien”, asume Tyras para añadir que “esa faceta de periodista le permitía evitar la vertiente desagradable del intelectualismo, era una persona humilde y con conciencia política que él podía traducir en los miles de artículos publicados”.

En el capítulo que En la tierra baldía de Mari Paz Balibrea dedica a este volumen que recupera la editorial Navona se destaca que la ventriloquía de la que hace gala Montalbán quizás no sea una novedad estilística, pues es un utensilio retórico clásico, pero que sí permite dos elementos clave para entender su obra. Por una parte “la textualización explícita de la recuperación de la memoria histórica –la versión de los vencidos de la historia—como resistencia contra un poder presente y personalizado dentro de la novela” y, por otra, “la introducción de la desbordante erudición histórica del autor como central de la narración”. Así es como el escritor, mediante su alter ego, dialoga y discute con el general Franco no con la ficción sino con el rigor histórico. “Poniendo a Franco delante del espejo”, asegura Tyras.

Vázquez Sallés recuerda una máxima importante para entender de lleno que significa Autobiografía del general Franco: “mi padre decía: entre memoria y nostalgia prefiero la memoria porque la nostalgia es la censura de la memoria y este libro es memoria”. Memoria sin excusas, el Manuel Vázquez Montalbán más mordaz vuelve a las librerías.

Más Vázquez Montalbán, por favor

La apuesta de la editorial Navona por recuperar grandes autores o descubrirlos al gran público le ha llevado a repescar Autobiografía del general Franco ahora, pero esto no acaba aquí. “La obra de Vázquez Montalbán estaba en parte descatalogada, y hemos trabajado para tener tres libros“, cuenta el editor Ernest Folch. No es una cosa extraña que autores consagrados con los años tengan parte de su bibliogafía fuera del circuito. Folch cuenta que “es muy típico con los grandes escritores con mucho éxito en vida que bajen de lectores pasadas su muerte, caen en el olvido y hasta unos veinte años después de su muerte no resurgen como un clásico”. Con una mezcla de ingenuidad y sinceridad, Folch aduce que “el secreto es que no hay secreto” y que “solo se trata de recuperar grandes autores”.

Esta recuperación se ha podido hacer porque quien gestiona los derechos de autor de Manuel Vázquez Montalbán es la agencia Casanovas & Lynch y dice “tener el reto de revitalizar una obra que ha tenido mucho éxito cuando el autor estaba vivo, además siendo un escritor carismático y visible”. La idea también es dar a desarrollar otras áreas para esos títulos que han caído en la apatía de la difusión editorial.

En el primer trimestre de 2023 verá de nuevo la luz gracias a Navona la novela Los alegres muchachos de Atzavara que es una descripción descarnada de un grupo de jóvenes burgueses que juegan a ser alternativos y progresistas en su periodo estival. A mitad de 2023 será el turno para Crónica sentimental de la Transición, que es una astuta recopilación de varios reportajes escritos por Manuel Vázquez Montalbán para el suplemento dominical de El País a lo largo de 1984 en los que disecciona el momento que vivía España mediante retratos de diferentes personajes. Diferentes géneros de un mismo autor con un mismo objetivo: explicar la sociedad española sin tapujos, con ironía y desde la distancia que aconseja tomarse las cosas en serio.

Article publicat a ‘Abril’ d’El Periódico

El consumidor idiota

Dilluns, primera hora, tot escoltant la ràdio. Una tradició que no hem de perdre a Catalunya, una que m’agrada molt, és que els conductors matinals ofereixen una editorial llegida en primera persona. Posant la cara, aportant la veu, dient el que es pensa. I sempre he volgut creure que un cop situat aquest pensament, el programa s’ha de desenvolupar tot desfullant aquesta idea. Unitat de missatge, 360 graus.

Doncs bé, l’altre dia, mentre anava amunt i avall, fent les coses que tots fem per casa a les vuit del matí si encara hi som –o bé, si ets de camí, quan escoltes més fort per veure què diuen– em vaig quedar amb el cul tort. Escoltant atent una d’aquestes editorials carregant contra la falta de responsabilitat de la classe política catalana, per què trigaven en pactar els ‘guanyadors’, per què els altres no ajudaven amb la gestió de la pandèmia… “Coi, comencem forts la setmana”, penses. Però un cop baixa el teló de l’opinió, de la fàtua, de les taules de l’aliança que em llença el locutor/a, què ve al meu petit cervell obert a escoltar? Sí, “doncs ara parlem dels triomfadors dels Globus d’Or”, tal sèrie, tal actriu, tal presentador.

Com? Després d’aquesta grandiloqüència, d’aquest estar per sobre del bé i del mal perquè som periodistes i això és el que hem de fer, em veniu amb uns premis de sèries de tele per cable? La dignitat cada cop és més efímera. Vagi per endavant que sóc gran seguidor de les sèries i del cinema. Però per anar pel carrer, per ser un bon ciutadà, els Globus d’Or no estan en la llista de les cent primeres prioritats. Em vaig quedar astorat. Vaig treure la ràdio. Esbufegant i mirant al cel. El meu dret com a consumidor, l’autèntica democràcia. Si seguís escoltant estaria donant per bona aquesta incoherència, aquesta mala praxi. Ep, que ja entenc que al matí cal contingut picadet i que la gent a primera hora no estem per escoltar debats sobre Arendt o Heidegger, però podem anar més enllà dels jocs de paraules i de les tertúlies sobre tertúlies i de parlar de què fan a la tele.

Hi ha algun notable esforç a la ràdio i a la televisió del nostre país per fer informació i entreteniment de qualitat i sense prendre el número a l’oient o espectador, al consumidor. Si es tractés d’un anunci podríem parlar de publicitat enganyosa. Si fóssim amb els periodistes una desena part de crítics que ho som amb els nostres polítics tindríem un sistema de mitjans de comunicació més sa i més autocrític. Més enllà del corporativisme salvatge i del clientelisme ridícul.

En el seu llibre The Night of the Gun el famós redactor de mèdia del New York Times, David Carr, que va morir ara fa sis anys, deia: “Tots caminem per aquesta terra sentint que som fraus. El truc és agrair i esperar que el ball no acabi aviat”. Si sabem que som mentida és senzill poder seguir omplint les hores. Però llavors, si us plau, no em vingueu més amb grans consideracions, prepotència ni sopars de duro. El periodisme pot ser entreteniment, ho ha de ser, però sobretot ha de ser veritat. I per ser veritat ha de ser coherent. Espavilem, perquè el ball ha de ser llarg.

Article publicat a Mediacat

Entrevistes: Heredia, Sackur, Crick

Potser perquè em vaig formar en la premsa escrita de paper, o potser perquè sóc antic, o perquè encara flipo amb The Economist, o per tot plegat, però crec que en una notícia el menys important és qui la signa. La signatura és el bé més preuat del periodista, és la font de la vanitat i el segell de qualitat i d’entesa amb qui t’edita els titulars. És veritat que la veu a la ràdio i la cara a la televisió ja aporten un extra d’identificació. Però m’interessen els titulars, els continguts. També haig de dir que tinc els meus autors preferits: la crònica d’en Jordi Bianciotto, les anàlisis de Ferran Casas, els fiblons de Lola García, els bitllets d’en Maiol Roger, les perspectives d’en Ramon Besa… I hi insisteixo, el que m’importa és què diuen.

Però en el noble i injuriat gènere de l’entrevista aquesta meva llei té falles. Sí que haig de relacionar qui millor informació treu amb un nom: Mònica Terribas, Jordi Nopca o Josep Maria Espinàs, o d’altres. I fa uns dies hem vist i comprovat com d’important és saber qui és l’entrevistador/a. Sobretot saber que n’hi ha un. Fa molts anys que es va dient que no, que “no farem una entrevista, és més aviat una conversa informal”. Sembla un truc per distreure l’entrevistat, que naturalment està en tensió. Comença el ping-pong i has d’estar a punt. Parlo de Lídia Heredia, conductora d’”Els Matins” de TV3, que fa uns dies va tenir un episodi d’aquells incòmodes que va torejar amb paciència fins que va arribar al límit humà de resistència en una entrevista amb Albert Rivera.

Després de diversos minuts d’acidesa i fel del president de Ciudadanos, aquest va acusar Televisió de Catalunya de ser un “aparell de propaganda separatista”, de “mentir” i de “manipular” a favor de l’independentisme. Es va limitar a retreure a Heredia que no li preguntés sobre el “cop d’estat” dels plens del 6 i 7 de setembre del 2017. Una pregunta que Rivera esperava i que, com que no la hi van fer, ho va considerar un indicador de la “manipulació” de TV3. “Vostè fa les preguntes que vol, però no em digui que no manipula si no em pregunta què va passar al Parlament el 6 i 7”, va dir Rivera en mode automàtic. Heredia, que va recordar-li que havia tractat a bastament la qüestió, va fer notar el fet que Rivera li digués en directe quines preguntes havia de fer: “Les vol fer vostè, les preguntes?”, va apuntar. “Vostè té vocació de periodista i d’editor de programes de televisió”, va reblar la presentadora.

Un gomet per Lídia Heredia per aguantar l’atac. A les entrevistes hi ha tensió, sí, nois, i així ha de ser si es vol arrencar un queixal, però, i l’educació?

Això em porta a l’entrevista del reporter de Channel 4 Michael Crick, que preguntà fins a sis cops a la primera ministra del Regne Unit, Theresa May, què va fer ella quan els governs de Margaret Thatcher, del seu mateix partit, titllaven Nelson Mandela de terrorista. May intenta un parell de veròniques però Crick és granític i només fa que repetir la pregunta. May acaba dient: “Vostè sap quin va ser el meu paper”. Tot queda clar. Entrevistador amb les preguntes arrelades en la tossuderia.

I finalment, en una entrevista que té una mica de les dues coses. El ministre d’Afers Exteriors espanyol, Josep Borrell, al programa “HardTalk” amb Stephen Sackur. No és una fotesa. Sackur un dia interroga Matteo Salvini i l’altre una presidenta d’una farmacèutica top, i tothom en surt escaldat. Però alerta, amb preguntes. Amb aquell accent anglès tan brutal, Sackur empeny Borrell cap a les contradiccions de l’estat espanyol i a com la causa contra els dirigents independentistes pot arribar a semblar una farsa. Sí, l’entrevistador té una opinió. Prou de fer veure que això de l’objectivitat existeix, o que fins i tot és desitjable. I és amb aquesta pregunta que Borrell ha de dir: “Jo personalment preferiria que aquesta gent estigués en llibertat condicional. Crec que hi ha altres maneres d’assegurar que no fugin”. Pam, titular.

En tot cas, només volia reblar la idea que el periodisme té moltes formes i l’entrevista n’és una, i serveix per entretenir, per opinar i per informar. No la perdem, i fixem-nos en casos com els d’Heredia, Crick i Sackur: es pot fer bé.

Article publicat a Mèdia.cat

Et citaré

Sóc un gran amant de les cites, fins i tot de les que són autèntiques. S’atribueix aquesta a la terrible Mae West: “Hi ha deu homes a la meva porta? Enviï’n un a casa, que estic cansada”. Les cites són com petites històries, metàfores que expliquen fets o vides en forma de caràcters. Hi ha les de Paulo Coelho, o d’altres gurús, de l’estil “no saps què estàs esperant fins que saps que estàs esperant el que creus que esperes mentre estàs esperant que esperes”. Però després les usem per eslògans o a l’inrevés: “no surrender”, “yes, we can”, “tenim pressa”, “no passaran”, i ens ajuden a dir sense dir, però a que se’ns entengui.

Sempre he estat un fanàtic de les cites llatines “delenda est Cartago…”, “ubi sunt…”, “alea iacta est”. Crec que em ve de l’Astèrix, i no només perquè sigui un pedant. Sempre que es trobaven el vaixell pirata el nostre gal preferit i el seu company Obèlix l’havien d’enfonsar, i el més vell del barco, a sobre d’una fusta enmig de la mar, acabava dient: “sic transit gloria mundi”. Així passa la glòria del món, mai hagués pensat que uns dibuixants francesos puguessin tenir tant de sentit de l’humor. Com quasi sempre m’equivocava.

Ja deuen saber que l’ofici (o professió com es diu ara) de periodista es basa de manera impenitent en la vanitat. Ni en la veritat ni l’objectivitat, que són coses que no existeixen, ni tan sols en la veracitat. Tothom escriu, explica, grava,… el que sigui, per un mateix. No hi ha més, no busqueu més enllà: egomaniacs egòlatres i egocèntrics.

I de vegades, ja ho deia Aristòtil (una altra manera de citar, perdoni), que en retòrica és important tenir una referència d’autoritat. Si ho ha dit Obama, Pilar Rahola, o si ho ha dit Jordi Molet serà que és veritat, ja m’entenen. Així doncs si hom escriu per si mateix ja sap que està sent egoïsta i per això prèn la cita com si fos un ribot o una aixada, una eina, per dissimular la vanitat. És encara més pretensiós. I entre periodistes encara pitjor, no s’ho poden imaginar. Un et vol agafar una idea i per curar-se en salut et diu “et citaré”, i així les idees volen lliures com mosquits d’estiu, sobretot les males idees.

La filòsofa, avui gens de moda, Ayn Rand deixà escrit això: “Pregunteu-vos si el somni del cel i la grandesa hauria d’estar esperant en les nostres tombes, o bé si haurien de ser nostres aquí i ara i en aquesta terra”. És una bona pregunta, i jo la vaig responent cada dia, polzada a polzada. Perquè per viure i no es pot pensar només en passat o en futur, cal serrar les dents i tenir el valor per entomar l’avui.

Article publicat a El 9 Magazín

Captura de pantalla 2018-08-03 a les 13.12.48

La puta pluralitat

La llista de paraules que estem pervertint comença a ser vergonyant: “consens”, “moment històric”, “procés” i per sobre de tots els mots violentats hi trobem “pluralitat”. Pluralitat vol dir ser més d’un. Sí, perdoneu per anar subratllant obvietats però vivim moments atrafegats i estúpids i cal fer-ho i és de justícia. Prou de ser plurals! L’eufemisme de no tenir criteri ni opinió. No tots pensem igual, no cal laboratori. Dos catalans junts fem tres opinions. “Jo només faig de transmissor del què pensen altres”, ens diuen els periodistes avui en dia. Bé, em refereixo a espais d’opinió o el gran caos que en aquest país anomenen tertúlies.

La tertúlia tot ho pot. És barat. Però mai com fins ara el cost i el valor havien anat tant de la mà. Opinió exprés i prejutjada. Una cosa és la broma de portar expolítics a la ràdio (Terribas) i altra cosa és ja institucionalitzar exconsellers (curiosament del tripartit d’esquerres) en programes de la Corpo. Ei, que són persones. I que saber què pensa sobre fets d’actualitat qualsevol membre més o menys actiu de la nostra classe política està la mar de bé. Però prou de fer passar bou per bèstia grossa. No tots pensem igual. No cal que ens ho facin empassar com si fos el xarop de la tos. Ja decidiré jo!

Sí, a Catalunya som més plurals que a Madrid. Fantàstic. Abracem-nos! Som collonuts, però tant posar aigua al vi, al final, no hi ha qui es begui el cataplasma. Al diccionari la segona veu per la paraula “pluralitat” vol dir majoria. No vol dir tothom. Cal sentir què pensa tothom? Sí, segur. Però no tots a la vegada. Ja fa anys que els professors de les anomenades facultats de Comunicació adverteixen del soroll. Doncs a casa, molt soroll per a res.

La puta pluralitat és l’escut de la nostra covardia. Sí, puta, perquè és una actitud mesella i venuda. En el moment més transcendent de la història política d’aquest país (sigui per la independència si sou “indepes”, sigui per la revolució social si sou “colauistes” o “cupaires”) cal saber l’opinió dels periodistes i de les empreses també. Mulleu-vos! Estic en contra de l’objectivitat.

“Tele 5 és la televisió més plural de Catalunya”. Aquesta frase tan inexacta no té ni una setmana i no la va dir Paolo Vasile o Xavier García Albiol. No. La va dir David Pérez, diputat del PSC (partit que fins a 2010 era hegemònic al nostre país) i veterà de la cosa. És avui encara més un desig que una realitat, però parem compte. Cal recordar que TV-3 i Catalunya Ràdio basaven (en passat) el seu lideratge en la qualitat. Cal recordar als nostres polítics que cal dotar d’instruments (del tipus que calgui) a la ràdio i tele pública. Perquè ni som ni serem un país normal.

La borratxera de pluralitat que tenim és esgotadora i embafant. És extemporani pretendre jugar amb la baralla de cartes de l’oasi català quan som al món real del segle XXI de Twitter. Al món de les xarxes socials i en el que els noms propis tenen cada cop més importància, a la vegada que moviments que pugen tan ràpid com s’estimben. Ser plurals hauria de ser poder fer fotografies crítiques de la realitat i no pas col·leccionar fotos de carnet.

Article publicat a Nació Digital